Entre las incorrecciones que cometemos con más frecuencia al hablar y al escribir, sobre todo en las zonas central y noroccidental de Castilla, se encuentran muy posiblemente el laísmo, el leísmo y el loísmo. Los tres tienen en común que consisten en la utilización de pronombres átonos (‘la’, ‘las’, ‘le’, ‘les’, ‘lo’ y ‘los’) con una función que no les corresponde, pues se usan como complemento directo los que están destinados a serlo como complemento indirecto, o viceversa. Los seis pronombres provienen del latín. 'La' y 'las' lo hacen, respectivamente, de illam e illas, que son formas de acusativo; y el acusativo es el caso de la declinación latina en el que se expresaba el complemento directo, consistendo el laísmo precisamente en utilizarlos como complemento indirecto.
'Le' y 'les' proceden, en cambio, de las formas latinas de dativo 'illi' e 'illis', y el dativo es el caso de la declinación latina en el que se expresaba el complemento indirecto. El leísmo es el caso opuesto al laísmo, ya que consiste en usar los pronombres indicados haciendo la función de complemento directo. Es decir, que se utilizan 'le' o 'les' en funciones de complemento directo, en lugar de utilizar 'lo' (para el masculino singular o neutro), 'los' (para el masculino plural) o 'las' (para el femenino). La expuesta es la regla general sobre el leísmo pero, debido a su extensión entre hablantes cultos y escritores de prestigio, se admite el uso de 'le' en lugar de 'lo' en función de complemento directo cuando el referente es una persona de sexo masculino: «Tu padre no era feliz. [...] Nunca le vi alegre». Sin embargo, el uso de 'les' por 'los' cuando el referente es plural no está tan extendido como cuando el referente es singular, por lo que se desaconseja en el habla culta: «Casi nunca les vi con chicas». El leísmo no se admite de ningún modo en la norma culta cuando el referente es inanimado («el libro que me prestaste le leí de un tirón», o «los informes me les mandas cuando puedas». Y tampoco se admite, en general, cuando el referente es una mujer, pues se prefiere la utilización de 'la'. Por su parte, 'lo' procede de las formas latinas illum (masculino singular) e illud (neutro singular), y 'los' de illos (masculino plural); las tres son formas de acusativo, que es el caso destinado en la declinación latina al complemento directo. Y se incurre en loísmo al utilizar los pronombres indicados en funciones de complemento indirecto masculino (de persona o de cosa) o neutro (cuando el antecedente es un pronombre neutro o toda una oración), en lugar de usar 'le' o 'les' como sería lo correcto. Con lo que, en el fondo, es muy semejante al laísmo.
'Le' y 'les' proceden, en cambio, de las formas latinas de dativo 'illi' e 'illis', y el dativo es el caso de la declinación latina en el que se expresaba el complemento indirecto. El leísmo es el caso opuesto al laísmo, ya que consiste en usar los pronombres indicados haciendo la función de complemento directo. Es decir, que se utilizan 'le' o 'les' en funciones de complemento directo, en lugar de utilizar 'lo' (para el masculino singular o neutro), 'los' (para el masculino plural) o 'las' (para el femenino). La expuesta es la regla general sobre el leísmo pero, debido a su extensión entre hablantes cultos y escritores de prestigio, se admite el uso de 'le' en lugar de 'lo' en función de complemento directo cuando el referente es una persona de sexo masculino: «Tu padre no era feliz. [...] Nunca le vi alegre». Sin embargo, el uso de 'les' por 'los' cuando el referente es plural no está tan extendido como cuando el referente es singular, por lo que se desaconseja en el habla culta: «Casi nunca les vi con chicas». El leísmo no se admite de ningún modo en la norma culta cuando el referente es inanimado («el libro que me prestaste le leí de un tirón», o «los informes me les mandas cuando puedas». Y tampoco se admite, en general, cuando el referente es una mujer, pues se prefiere la utilización de 'la'. Por su parte, 'lo' procede de las formas latinas illum (masculino singular) e illud (neutro singular), y 'los' de illos (masculino plural); las tres son formas de acusativo, que es el caso destinado en la declinación latina al complemento directo. Y se incurre en loísmo al utilizar los pronombres indicados en funciones de complemento indirecto masculino (de persona o de cosa) o neutro (cuando el antecedente es un pronombre neutro o toda una oración), en lugar de usar 'le' o 'les' como sería lo correcto. Con lo que, en el fondo, es muy semejante al laísmo.
Como ejemplos de estas tres incorrecciones pueden servir los siguientes: Laísmo: «La di un beso a Josefa», en lugar de «Le di un beso a Josefa».
Leísmo: «Juan, según dicen quienes le vieron...», en vez de «Juan, según dicen quienes lo vieron...».
Loísmo: «Lo di mi autorización » o «los dije que no se movieran de aquí», en lugar de «le di mi autorización» o «les dije que no se movieran de aquí».
Se aprecian usos loístas (y laístas) más frecuentes, incluso entre hablantes de cierta cultura, con verbos que se construyen con un sustantivo en función de complemento directo y que se comportan como semilocuciones verbales. Son casos del tipo de "echar un vistazo", "prender fuego", "sacar brillo", etc. La secuencia formada por el verbo más el complemento directo puede ser sustituida normalmente por un verbo simple de significado equivalente, que lleva como complemento directo el elemento que funciona como indirecto en la semilocución: echar un vistazo [a algo (complemento indirecto)] = mirar u ojear [algo (complemento directo)]; prender fuego [a algo (complemento indirecto)] = quemar [algo (complemento directo)]; ello explica estos casos de loísmo que, no obstante, deben evitarse: «Acabo de terminar el trabajo, échalo un vistazo si puedes», o «una vez recuperados los informes, los prendieron fuego»; debió decirse «échale un vistazo» y «les prendieron fuego». No deben confundirse estos casos con los de verdaderas locuciones verbales formadas por un verbo y un sustantivo, como ‘hacer añicos’ o ‘hacer polvo’, cuyo complemento sí es directo: «Tiró el jarrón y lo hizo añicos»; «la noticia de la muerte de Pedro los ha hecho polvo».
Pero todo lo anterior es teoría, y creo que nos interesa más la práctica, pues las dificultades surgen a la hora de saber si estamos utilizando como complemento directo o indirecto cada uno de los pronombres a que venimos refiriéndonos. A este respecto, únicamente puedo dar el mismo consejo que me dieron cuando estudiaba Bachillerato, y ya ha llovido desde entonces: se parte de uno de los ejemplos puestos más arriba («La di un beso a Josefa»/«Le di un beso a Josefa», «Juan, según dicen quienes le vieron...»/«Juan, según dicen quienes lo vieron...», «Lo di mi autorización» o «los dije que no se movieran de aquí»/«le di mi autorización» o «les dije que no se movieran de aquí»), y se hace uno la pregunta que, de entre las siguientes, corresponda según el ejemplo elegido:
Para el primer caso, la respuesta a ¿a quién di el beso? nos indicará un complemento indirecto –‘Josefa’. Consecuentemente, el pronombre que debería sustituir a Josefa sería ‘le’, y no ‘la’ .
En el segundo ejemplo la respuesta a la pregunta ¿a quién vieron? (que, si no se tratase de una persona, sería ¿qué vieron?) contiene el complemento directo. Como vieron a Juan, él es el complemento directo y le corresponde el pronombre ‘lo’.
En cuanto a las dos posibilidades del último supuesto (que es doble por abarcar el singular y el plural), las preguntas son: ¿a quién di mi autorización? y ¿a quién dije que no se moviera?. Las respuestas a las dos contienen complementos indirectos; consecuentemente, como el ‘lo’ y el 'los' empleados están sustituyendo a las personas a quienes di la autorización o dije que no se movieran (y que están sobreentendidas, pues en las frases no se concretan), debía haberse empleado en su lugar ‘le’ y 'les' por estar haciendo funciones de complemento indirecto.
Pero todo lo anterior es teoría, y creo que nos interesa más la práctica, pues las dificultades surgen a la hora de saber si estamos utilizando como complemento directo o indirecto cada uno de los pronombres a que venimos refiriéndonos. A este respecto, únicamente puedo dar el mismo consejo que me dieron cuando estudiaba Bachillerato, y ya ha llovido desde entonces: se parte de uno de los ejemplos puestos más arriba («La di un beso a Josefa»/«Le di un beso a Josefa», «Juan, según dicen quienes le vieron...»/«Juan, según dicen quienes lo vieron...», «Lo di mi autorización» o «los dije que no se movieran de aquí»/«le di mi autorización» o «les dije que no se movieran de aquí»), y se hace uno la pregunta que, de entre las siguientes, corresponda según el ejemplo elegido:
Para el primer caso, la respuesta a ¿a quién di el beso? nos indicará un complemento indirecto –‘Josefa’. Consecuentemente, el pronombre que debería sustituir a Josefa sería ‘le’, y no ‘la’ .
En el segundo ejemplo la respuesta a la pregunta ¿a quién vieron? (que, si no se tratase de una persona, sería ¿qué vieron?) contiene el complemento directo. Como vieron a Juan, él es el complemento directo y le corresponde el pronombre ‘lo’.
En cuanto a las dos posibilidades del último supuesto (que es doble por abarcar el singular y el plural), las preguntas son: ¿a quién di mi autorización? y ¿a quién dije que no se moviera?. Las respuestas a las dos contienen complementos indirectos; consecuentemente, como el ‘lo’ y el 'los' empleados están sustituyendo a las personas a quienes di la autorización o dije que no se movieran (y que están sobreentendidas, pues en las frases no se concretan), debía haberse empleado en su lugar ‘le’ y 'les' por estar haciendo funciones de complemento indirecto.